sábado, 20 de diciembre de 2008

Estadolatría o nacionalcatolicismo?


El profesor Javier Pérez Royo escribe en El País un magnífico artículo con el título de Estadolatría comentando unas últimas declaraciones del arzobispo Angelo Amato, prefecto de la Congregación Pontificia para las Causas de los Santos del Vaticano. Venía a decir este alto jerarca del Vaticano que "España está avanzando hacia la estadolagría, hacia la intromisión del Estado cada vez más en la vida de las personas".
El profesor Pérez Royo enumera toda una serie de datos y hechos que vienen a desmentir totalmente las manifestaciones de este jerarca derivadas sin duda de las pésimas informaciones que viene recibiendo de sus colegas los cardenales españoles más cercanos al Papa: Cañizares y Rouco y alguno más, que más bien parecen inclinarse y defender la situación de nacionalcatolicismo -con obispos incluidos en las Cortes fascistas y en el Consejo de Regencia del franquismo - de la anterior etapa. ¿Es que estos obispos han olvidado la doctrina del Concilio Vaticano II, de Pablo VI, de Juan XXIII sobre la "autonomía de las realidades terrenas"?
Hace mención también el profesor a otro interesantísimo artículo aparecido en ese mismo periódico del profesor Jorge Urdánoz Ganuza titulado Neutralidad pendiente.
Para mí que el actual núcleo dirigente de la jerarquía católica demuestra una voracidad insaciable, no quedarán satisfechos por ninguna de las concesiones que haga el Estado en el terreno económicos, en el educativo, en el social. Siempre pedirán y exigirán más porque su meta y objetivo es el "estado confesional" del tipo del franquismo o de los estados musulmanes más intransigentes con bula y licencia de entrometerse en todas las cuestiones y ámbitos públicos.
Por ello no hay otro camino, no hay otra solución que la que apunta Pérez Royo en el final de su artículo y que vienen reclamando otros intelectuales y políticos y grupos sociales laicos: Más vale una vez rojo que ciento amarillo, dice un conocido refrán. Creo que sería de aplicación oportuna en este terreno. ¿Por qué no se denuncian de una vez por el Estado los Acuerdos con la Santa Sede y se aplica la Constitución en lo que a la separación de la Iglesia y el Estado se refiere? Ya está bien de soportar lo que ningún Estado democrático debe soportar.
Esa es la única posición digna de un Estado democrático de derecho que respeta y fomenta la pluralidad, la tolerancia, la libertad de todos y cada uno de sus ciudadanos.
Mi propuesta no nace de una anticlericalismo trasnochado, del siglo diecinueve. Sino del convencimiento de que la semilla del evangelio cristianos sólo fructifica y crece en ese ambiente de libertad y de tolerancia.

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