Uno de los artículos más interesantes que he leído con motivo de las votaciones en las elecciones catalanas ha sido el publicado por Joan Subirats en EL PAÏS, del día 3 de noviembre, titulado Teoría del voto y del tomate.
Inicia su artículo preguntándose: ¿Pueden hacer lo que quieran con nuestros votos? ¿Se puede decir a las diez de la noche todo lo contrario de lo que se decía a las ocho? .....
Y termina el artículo:
"Me gustaría importar la llamada trazabilidad de los productos alimenticios para evitar penosas secuelas de todo ello y aumentar si cabe la creciente desafección popular en relación a la forma concreta como opera nuestra democracia. Como bien sabemos, gracias a la creciente desconfianza y exigencia de la ciudadanía en relación a la calidad de los productos alimenticios que consumimos, las empresas y administraciones se esfuerzan en ir asegurando la traza, el camino que han seguido cada tomate, cada judía, cada melón, desde su lugar de cultivo hasta el hogar del consumidor. De hecho, se está ya hablando de incorporar códigos de barras en muchos alimentos que carecen de ellos, para así disponer de más datos y tratar de proteger mejor al consumidor. ¿Qué pasa con los votos? ¿Podemos trasladar la tecnología del tomate al voto? ¿Podemos reivindicar la trazabilidad del voto? ¿Hemos de asistir impávidos al hecho que un votante socialista que se ha creído que la contienda estaba establecida en términos Mas o gobierno de izquierdas, vea como su voto sirve ahora para llevar a Mas a la Presidencia de la Generalitat? ¿Puede hacer toda la campaña Mas en clave "yo o el desastre tripartítico" y ahora empezar a lanzar señales de "estabilidad cariñosa" a las heridas huestes socialistas? ¿Hemos de soportar los mensajes de Blanco desde Madrid hablándonos de solidez gubernamental en Cataluña, cuando nos hemos dedicado tres años a llenarnos la boca de autogobierno? En fin, más trazabilidad del tomate y del voto, y menos desvergüenza."
Estoy de acuerdo con el autor de este artículo. A los políticos los votamos y depositamos en ellos nuestra confianza en razón de lo que nos han dicho y prometido en las campañas electorales. Ellos tienen la responsabilidad de ser consecuentes con lo que dijeron y prometieron y tener en cuenta por qué y para qué les votamos.
Por este lado también flaquea nuestra democracia y pierde calidad a manos llenas.
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