En una reciente entrada comenté los problemas que según el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) más preocupan a los españoles. Éstos eran: el paro, la vivienda, la inmigración, el terrorismo. Allí ya dejaba apuntado que éstos no eran los problemas sobre los que los políticos más debaten, más proponene alternativas. Con ello se pone de manifiesto la separación, en el mejor de los casos, entre clase política y ciudadanos. En el mismo barómetro del CIS se encuentra la respuesta.
En la lista de los principales problemas que tiene el país, los encuestados sitúan a nuestros representantes y a sus organizaciones políticas en el séptimo lugar, inmediatamente después del paro, la vivienda, la inmigración, el terrorismo, la inseguridad ciudadana y la calidad de nuestros empleos. Que los ciudadanos de una democracia consideren a sus políticos y a los partidos uno de los grandes problemas del país, ese sí que es un problema monumental.
Esto hace que en cada elección se observen crecientes índices de abstención. Son diversas las causas que se alegan para explicar por qué los ciudadanos dejan de acudir a las urnas. Para unos es que cada vez se sienten menos concernidos por la política. Otros dicen que los ciudadanos no acuden a votar porque se sienten tan satisfechos con la calidad de la democracia que confían en la decisión que tomen sus conciudadanos, sea cual sea el resultado. Llevada al extremo esta última argumentación podríamos llegar al absurdo: en un país de ciudadanos plenamente satisfechos nadie acudiría a las urnas con lo que resultaría imposible dilucidar cualquier elección y sostener la democracia.
El dato del CIS arroja luz sobre la polémica. Si los ciudadanos se suman de manera creciente a la abstención y esos mismos ciudadanos consideran que la clase política es un problema, no es muy arriesgado establecer entre ambas premisas una relación causa - efecto.Para ser justos, es verdad que el índice de los encuestados que consideran a sus políticos un problema no es tan espectacular como el de los abstencionistas. Precisamente por eso sería un buen momento para debatir en profundidad sobre el fenómeno e intentar evitar que la percepción de los ciudadanos sobre sus representantes siga degradándose. Pero no es el caso: el dato se ignora y, en consecuencia, no mueve a la reflexión ni al propósito de enmienda. Más bien, todo lo contrario. Una actitud irresponsable en un mundo en el que los populismos de tinte totalitario se cuelan por las grietas que dejan los partidos tradicionales, como se colaron en nuestro pasado reciente en España y en Europa.
Si los políticos ocupasen sus debates sobre los asuntos que los ciudadanos dicen que les preocupan sin duda la confianza de los ciudadanos sería mayor y mayor igualmente su participación electoral
1 comentario:
El mayor problema de la abstención y de que se quiera ensuciar el nombre de los políticos o de la política en general, siempre hace daño a los mismos.. A la izquierda.
Creo que eso lo sabemos todos, cuando el pueblo se vuelca a votar, siempre (diré casi, por si acaso) gana la izquierda.
Los ciudadanos somos mas duros con la izquierda, a la que no se le permiten fallos, que con la derecha, que con la escusa de no esperar nada bueno de ella, a veces se le deja el campo libre y por supuesto se lo apropia.
Un saludo, pasaré mas veces a leerte.
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