Como tantas veces. Cuando algo va mal se procura buscar inmediatamente algún culpable, llevarlo a la plaza del debate público en los medios de comunicación, se hace una encuesta, ¡por supuesto, callejera!, y se exige su destitución. Si además el culpable o los culpables son identificables con nombre y apellidos, pues mejor. Después la acritud del debate decae y parece que el asunto está arreglado.
Así está pasando ahora, por ejemplo, con la violencia y el acoso escolar, con la accidentalidad en el tráfico, con la inmigración, con la degradación de la democracia y la política. También con la selección española y el fútbol español. De esto quiero escribir hoy.
En la opinión pública aparece que en el fútbol español lo que está mal sólo es la selección española y que de sus males la culpa la tienen o el entrenador o el Presidente o los directivos de la Federación. Por tanto, si Aragonés es sustituido o se les hace dimitir a los directivos de la Federación el fútbol español estaría arreglado.
La situación de desastre en el fútbol español trasciende a la selección absoluta y a su entrenador. La Sub 21 ha sido derrotada por la selección italiana y por tanto no habrá participación del fútbol español ni en la próxima Eurocopa ni las Olimpiadas de Pekín. La selección absoluta después de su fracaso en el último mundial tiene muy complicada su clasificación para el próximo europeo. En consecuencia, el fútbol español no participará en las próximas competiciones internacionales. Además la crisis irá para largo: falta la base del futuro.
¿Se soluciona todo esto cambiando a los entrenadores? ¿Tendría solución forzando también la dimisión de los directivos de la Federación? Tal vez serían dos medidas necesarias, pero insuficientes.
Con el fútbol español estamos confundíos. Desde hace año los medios de comunicación nos vienen repitiendo hasta la saciedad que la española es la Liga de las Estrellas, es la mejor liga del mundo. Y nos lo hemos creído y hemos caído en una obnubilación colectiva. La liga de fútbol española está plagada de estrellas, de estrellas extranjeras, porque ciertos “adinerados” del ladrillo y de otras actividades han “lavado” euros en los quipos de fútbol y han satisfecho su ego contratando algunas de las “estrellas futbolísticas”, no siempre los mejores deportistas del fútbol.
No se me ocurren recetas. Sólo dos medidas: una ni un euro de los presupuestos públicos debería ir al fútbol profesional bajo ningún concreto. Legalmente la promoción pública del deporte debería ir al fútbol aficionado, al fútbol de base mejorando las instalaciones y los medios para el deporte masivo.
Todos los equipos profesionales deberían cotizar en bolsa. Así se vería realmente cual es su valor. Así los presidentes y miembros de sus juntas directivas arriegarían sus euros con más prudencia y más rigor.
El deporte profesionar dejó de ser deporte para convertirse en actividad de espectáculo. Tratémoslo como tal.
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