martes, 24 de octubre de 2006

Contra la corrupción urbanística

Con su peculiar estilo periodístico escribe Miguel Ángel Aguilar, en El País del día 24 de octubre de 2006, un artículo contra la corrupción urbanística que titual Pánico incruento. No me resisto a transcribir y hacer mío el primer párrafo:

"Como sugería para una ocasión bien distinta nuestro Arturo Soria y Espinosa, ahora nos haría falta también impulsar una ola de pánico incruento que amedrentara a los abusadores urbanísticos y los pusiera en fuga sin tiempo ni siquiera de acarrear consigo el botín de sus desmanes. Se trataría de un pánico saludable, que acabaría con opacidades consensuadas, con pactos de envilecimiento y con aguas estancadas donde se desarrollan toda clase de larvas y bacterias nocivas y que aportaría algunas rachas de viento huracanado que activarían la ventilación necesaria para regenerar el ambiente degradado de los consistorios conchabados con especuladores de toda laya sin temor de Dios ni de la Ley."

Y también su último párrafo:

"Hay un valioso trabajo de Joseph LeDoux sobre el aprendizaje del miedo (véase en el número 72 de la colección Metatemas de Tusquets editores, de 2002), que podría ser de aplicación al caso del urbanismo en España. Se trata del estudio dedicado al condicionamiento del miedo en la rata de laboratorio. Para conocer su conducta emocional, LeDoux ideó un experimento que asociaba a un sonido una descarga eléctrica en las patas (algo muy parecido a lo que para un ser humano representaría conectarse a la emisora de los obispos a primeras horas de la mañana). Nuestro científico comprobó que si la rata había experimentado con anterioridad los dos estímulos -auditivo y eléctrico- asociados, el mero sonido daba lugar a respuestas defensivas, la primera de las cuales era la paralización. Para los concejales corruptos preferiríamos que el miedo desencadenara la huida. Pero el estudio citado no trata de que las ratas aprendan cómo tener miedo sino a qué tener miedo. Y sobre esa asignatura habrá que volver."

Los partidos políticos, todos sin distinción, que en los periodos electorales proclaman códigos éticos de conducta para sus cargos electos deberían experimentar el trabajo de Joseph LeDoux para que sus elegidos reaccionaran como las ratas del experimento.

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