Un perdedor nato y neto

Nacido para perder

El principal problema con Mariano es decidir cuál es su problema principal.

Los aristotélicos se fijarán en sus dificultades con la Lógica. Ya saben, aquella que sostiene que algo no puede ser “A” y “no-A” al mismo tiempo. A Mariano lo plantas en la tribuna del Congreso y explica 200 veces en media hora que Zapatero sólo tiene “planes y palabras”, pero que no hace “absolutamente nada” y que su obligación es “empezar a gobernar”. Sin solución de continuidad, el mismo señor repite hasta la extenuación que Zapatero es el culpable de todos los males que en España han sido. Y bien, ¿cómo puede alguien ser culpable de todo sin hacer nada?

Los utilitaristas, en cambio, pondrán el énfasis en la siguiente pregunta: ¿Este hombre para qué sirve? La respuesta es exactamente la que están pensando. Mariano es un señor que, cuando se declara un incendio, proclama con gran énfasis que ya había avisado él, que tiene un plan secreto contra el fuego aunque lamentablemente no lo puede desvelar, que así va a quedar todo calcinado. Genial, un trovador ante las llamas, ¿pero no podría llamar a los bomberos, ir a por agua, ayudar a los vecinos o, en caso de no encontrar una ocupación útil, dejar al menos de molestar con su cantinela?

Pero hay que admitir que Mariano tuvo ayer también un gesto de honradez, cuando Zapatero le retó a presentar una moción de censura. Al arrugarse, al acogotarse, al palidecer, al tartamudear, al hacerse pequeñito, estaba confesando ante todos los ciudadanos que asume su destino: nacido para perder.

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