martes, 15 de julio de 2008

Laicismo en el Congreso del PSOE

Camino del trabajo, andando como todos los días por el paseo, hermoso pero sucio y abandonado Paseo del Vendaval de Cádiz, venía pensando sobre la Resolución aprobada por el último Congreso Federal del PSOE referida al laicismo, a los funerales de Estado, a la retirada de símbolos religiosos de la vía pública. (Por cierto, que en mi visita a Lyon la semana pasada me sorprendió la cantidad tan notable de imágenes religiosas, católicas, en la vía pública, en las fachadas de los edificios públicos y privados amén de también más templos de lo que uno pudiera imaginar en un país tradicional y oficialmente laico desde hace más de un siglo). Viniendo en esas y una vez abierta la pantalla de trabajo me encuentro con un artículo de Eligio Hernández sobre Laicismo y socialismo publicado en

http://www.sanborondon.info/content/view/5700/38/.

Eligio Hernández firma este artículo como Vicepresidente de la Fundación Juan Negrín - el socialista cuya memoria ha de ser recuperada y rehabilitada -. Cuando conocí y coincidí con Eligio era el Delegado del Gobierno en Las Canarias en el primer Gobierno de Felipe González. Me alegro haberme reencontrado con él y haberme dado la oportunidad de la lectura de su interesante artículo que reproduzco más abajo para facilitar su lectura. Gracias, Eligio.


LAICISMO Y SOCIALISMO . Escrito por Eligio Hernández

domingo, 13 de julio de 2008

Como cristiano y socialista, celebro que en el reciente Congreso del PSOE, el Secretario General haya retirado las propuestas sobre la supresión de los funerales religiosos de Estado, y del crucifijo en los actos de toma de posesión de los cargos públicos. Creo, no obstante, que el Estado, constitucionalmente aconfesional, debe garantizar la laicidad incluyente, que supone respeto para los que profesan cualquier religión, una situación, con estatus político y jurídico, que garantiza la neutralidad en el tema religioso, el pluralismo, los derechos y las libertades, y la participación de todos, que no cabe identificar con el laicismo, que es una actitud enfrentada y beligerante con la Iglesia.

Bobbio, aclaró que el laicismo es "un comportamiento de los intransigentes defensores de los pretendidos valores laicos contrapuestos a las religiones y de intolerancia hacia las creencias y las instituciones religiosas. El laicismo que necesita armarse y organizarse corre el riesgo de convertirse en una Iglesia contrapuesta a otra Iglesia". (Gregorio Peces Barba. El País 19.9.2007).

La laicidad incluyente exige avanzar hacia la separación de la Iglesia y el Estado, como se estableció en la Ley francesa de 9 de diciembre de 1905, que puso fin al Concordato napoléonico de 1801, y que regula las relaciones entre el Gobierno francés y la Iglesia Católica. Esta ley sienta el principio de la libertad de religión y culto de las personas y las comunidades, garantizado por el Estado, no subvenciona ningún culto, suprime de los presupuestos del Estado, los departamentos y los municipios, todos los gastos relativos al ejercicio de los cultos, que no pueden celebrarse en lugares públicos, e imposiblita la enseñanza de la religión confesional en las escuelas públicas.

Comprendo que en España no es posible la completa aplicación de dicha Ley, aunque si deben revisarse los acuerdos preconstitucionales de España con la Santa Sede, y no financiar a la Iglesia Católica directa ni indirectamente a través de la recaudación del IRPF, excepto los servicios y obras sociales que prestan abnegados religiosos y congregaciones religiosas, que deben gozar preferentemente de las subvenciones y ayudas del Estado.

La Ley francesa de 1905 debe ser un referente en las relaciones del Estado con la Iglesia católica, que han sido positivas y fructíferas para los católicos, como ha reconocido la Declaración de la Asamblea Plenaria de los Obispos de Francia, Chevilly-Larue, el 15 de junio de 2005, al proclamar: “Esta paz, adquirida progresivamente, es ahora una realidad a la cual el pueblo francés está profundamente vinculado. Permite a la Iglesia en Francia ejercer su propia misión, con confianza y serenidad, y tomar parte cada vez más activa en la vida de la sociedad, en el respeto de las competencias de cada uno”.

Sin embargo, sería inimaginable que en España se suprimieran en lugares públicos la celebración de las procesiones y actos religiosos, arraigados profundamente en los sentimientos y creencias del pueblo Español, sean o no creyentes. En cuanto a la enseñanza, la supresión de crucifijo y de los funerales de Estado, aún a riesgo de sufrir polémicas, pienso lo siguiente:

1.- Decía don Francisco Giner de los Ríos, -fundador de la Institución Libre de Enseñanza, que no ponía obstáculos a la aceptación de la fe religiosa,-que la enseñanza religiosa confesional debía ser excluida tanto de las escuelas públicas como de las privadas "con una diferencia muy natural, a saber: que de aquéllas ha de alejarla la ley; de éstas el buen sentido de sus fundadores y maestros". (Francisco J. Laporta. El País 12.6.2005). (

Entiendo que no es posible que el sistema educativo público deba hacerse cargo de la enseñanza de las doctrinas religiosas, porque el pretendido derecho fundamental de los padres a que sus hijos reciban la educación que ellos prefieran, exigiría un profesor retribuido por el Estado y designado por las diferentes iglesias, para los niños cuyos padres profesen cualesquiera de las creencias religiosas que existen en España, sean católicas, protestantes, islamistas o judías, lo cual es inviable, evidentemente. Por consiguiente, tal derecho de los padres sólo exige que cualquier persona física o jurídica tenga la libertad para impartir a su costo la clase de religión, sea en lo colegios religiosos, o en las asambleas y locales de su iglesia o confesión. La Iglesia debe gozar de plena libertad para impartir su magisterio, pero no tiene derecho a reclamar privilegios. La laicidad incluyente debe plantearse recuperar críticamente los legados culturales que el cristianismo ha dejado en nuestra sociedad.

En cualquier caso, como cristiano, no creo conveniente que la religión católica sea evaluable académicamente, ni forme parte de lo planes oficiales de estudio, porque es contraproducente enseñarla por procedimientos coactivos. El evangelio se acoge voluntariamente, y no puede su enseñanza aprobarse o suspenderse. La religión católica empezó a languidecer cuando su enseñanza pasó de las catacumbas a las escuelas del Cesar. La predicación del mensaje evangélico mediante ritos obligatorios, como demuestra nuestra experiencia larga y decepcionante, origina una religiosidad convencional y vacía, y un fariseísmo religioso que aparenta, para cumplir socialmente, convicciones que ni se practican ni se sienten. La fe religiosa exige su aceptación libre. Las creencias que no se aceptan libremente es imposible que se impongan y germinen. Tengo para mi que el nacionalcatolicismo, que algunos pretenden perpetuar, es, en gran medida, causante de que la Iglesia Católica española sea la segunda institución peor valorada en todas las encuestas de opinión, de que hayan caído drásticamente las vocaciones religiosas, y de que la mayoría de los jóvenes se hayan alejado de la Iglesia.

En cuanto a la enseñanza de la religión, creo que se deberían hacer dos excepciones a los criterios anteriormente expuestos:

a) Que en los planes oficiales de estudio se introdujera la enseñanza no catequética de la religión como ciencia, o de una historia de las religiones, dentro o fuera del marco de la asignatura de Educación para la Ciudadanía. En la famosa carta que dirigió a su hijo el socialista francés D. Jean Jaurés, -diputado por el Partido Obrero Francés entre los años 1889 y 1898, que en 1905 fundó la Sección Francesa de la Internacional Obrera-, se negó a justificarle que se eximiera de cursar voluntariamente la religión, a la que consideraba íntimamente unida a todas las manifestaciones de la inteligencia humana, y la base de la civilización, por lo que era necesario conocer una ciencia que han estudiado y que han poseído y poseen en nuestros días tantas inteligencias preclaras.
b) Que el Estado pueda financiar a los colegios religiosos que se instalen en los pueblos o barrios periféricos de las ciudades, socialmente deprimidos, con la condición de que estén preferentemente abiertos a los más desfavorecidos.

2.-No creo que se atente contra la laicidad del Estado mantener la no separación de los funerales de Estado de las ceremonias religiosas, si, como certeramente ha sostenido Rodríguez Zapatero, los familiares de las victimas del terrorismo, por ejemplo, así lo desean, sin perjuicio de que asistan los representantes de las instituciones del Estado que lo estimen oportuno, a los que parece normal que se les reserve un lugar preferente, siempre que se respete la igualdad que debe presidir toda celebración cristiana.

3. Las personalidades históricas más importantes del socialismo español, sin excepción, se distinguieron por su profundo respeto a las creencias religiosas y a la figura humana de Jesucristo. En el despacho del Congreso de los Diputados, figuró desde tiempo inmemorial un magnífico crucifijo de marfil. El presidente de las Cortes Constituyentes de la República, don Julián Besteiro, no quiso tocarlo. Como el señor Largo Caballero le hiciera una indicación desaprobatoria, aquel gran señor, que había sido el mejor presidente parlamentario de los últimos cincuenta años, le contestó que conservaba el crucifijo por ser una gran obra de arte y por que era un símbolo que a él no le molestaba.

Enrique Tierno Galván, alcalde de Madrid y agnóstico declarado, decidió mantener el crucifijo que se encontró en la mesa de su despacho, porque, según dijo, lo consideraba un símbolo de amor y fraternidad.

La cosmovisión cristiana y religiosa del anticlerical Benito Pérez Galdós,-presidente de la Conjunción republicano-socialista desde 1907 a 1913, presentado en la Real Academia por Marcelino Menéndez y Pelayo y presentador en la misma de Don José María de Pereda-, alcanza una de sus más genuinas expresiones en el elogio y admiración que sintió por Ernestina Manuel de Villena, que renunció a su futuro en la alta sociedad madrileña para dedicarse abnegadamente a los pobres del depauperado Madrid del siglo XIX, para la que reclamó su canonización e inmortalizó en su novela “ Fortunata y Jacinta”, con el nombre de Guillermina Pacheco.

Don Fernando de los Ríos se confesaba cristiano erasmista. Aunque agnóstico, Don Juan Negrin tenía un profundo respeto y amor por su madre Doña Dolores López Marrero, que murió en Lourdes por amor a la Virgen, por su hermana Lolita, que profesó en una Orden religiosa, y por su hermano Heriberto, sacerdote claretiano.

Una muestra de su tolerancia y respeto por las creencias de los demás es la carta que desde Paris, le dirigió el 20 de julio de 1952 al que había sido uno de sus discípulos, D.José María Corral, profesor de Bioquímica de Cádiz:

"Mi buen amigo: A nuestro antiguo amigo y colega Bellido le ha tocado su hora según me acaba de informar su hija desde Toulouse para donde salgo ahora. Vd. que comparte sus mismos sentimientos, se alegrará saber que D. Jesús ha muerto como el católico ferviente que siempre ha sido y que a él ciertamente le hubiese emocionado saber que vd. lo recuerda en sus plegarias, cosa que no podemos hacer, a menos en la misma manera, los que no tenemos el privilegio de haber sido tocados por la fé".

Es conocida la profunda amistad que Indalecio Prieto tenía con el arquitecto Ricardo Bastida, ferviente católico, y con la monja Cecilia, a los que se refería cuando dijo: “Es propio de imbéciles no reconocer en campos opuestos al nuestro altas jerarquías, como las de Bastida, que me superaba en bondad, y la de Cecilia, cuyo fino espíritu evidenciaba la tosquedad del mío”. En su artículo “El Consuelo de la fe”, escrito en el exilio mejicano, decía: “Quien haya conseguido el inapreciable bien de la fe religiosa será un insensato si se esfuerza en desprenderse de ella, ya que al perderla se dará cuenta del enorme consuelo que representaba”.

Entre los socialistas canarios que conocí y que más influencia ejercieron en mi formación socialista, destaco a Juan Rodríguez Doreste, Alcalde socialista de Las Palmas de Gran Canaria, que, aunque agnóstico, invocó a Dios más de 20 veces en sus “Memorias de un hijo del siglo”, y a mi maestro, el escritor socialista José Padrón Machín, también agnóstico, que siempre me decía: “La iglesia católica es más política que cristiana, por eso hay que volver a Jesucristo”.

El crucifijo junto con la Biblia y la Constitución deben, por lo tanto, permanecer en la misma mesa, para el que quiera libremente jurar o prometer su cargo. No hay ley humana que pueda privar del crucifijo para jurar el cargo a los que somos creyentes. Si así fuera, nadie podría impedir que me quite el crucifijo del pecho y lo ponga sobre la mesa para jurar el cargo. No nos engañemos, tanto para los creyentes como para lo que no lo son, Jesucristo, como decía Papini: “Es un fin y un principio, un abismo de misterios divinos entre dos períodos de historia humana. Aún los que los niegan, se pasan la vida pronunciado su nombre”.


(*) Vicepresidente de la Fundación Juan Negrin

http://www.sanborondon.info/content/view/5700/38/


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